La articulación de lo fantástico en el relato corto balzaquiano

  1. Méndez Robles, Pedro Salvador
Dirigida por:
  1. Concepción Palacios Bernal Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Murcia

Fecha de defensa: 18 de septiembre de 2008

Tribunal:
  1. Jerónimo Martínez Cuadrado Presidente/a
  2. Alfonso Saura Sánchez Secretario/a
  3. Encarnación Medina Arjona Vocal
  4. Marta Giné Janer Vocal
  5. Ana Alonso García Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

Esta tesis doctoral se centra en el escritor francés Honoré de Balzac (1799-1850). Dada la magnitud que alcanza la creación balzaquiana, la investigación se ciñe a la prospección de lo fantástico en su narrativa breve. El estudio llevado a cabo ha consistido en el análisis de los aspectos formales que reviste lo fantástico en el corpus de textos seleccionado. La investigación se estructura en cinco capítulos, a los que hay que añadir el dedicado a las referencias bibliográficas. El capítulo I sirve de marco teórico a toda la reflexión posterior. En él se aborda el carácter controvertido del concepto de fantástico, una cuestión básica que condiciona cualquier estudio dedicado a lo fantástico. La ambigüedad en el propio uso cotidiano del término persiste en el terreno estrictamente literario. Las principales teorías de lo fantástico revisadas así lo ponen de manifiesto. Lo fantástico literario permanece, por tanto, en un terreno fluctuante en el que convergen posturas encontradas. Esta polémica en torno a su conceptualización teórica nos pone en la pista de que su catalogación como género literario es otra cuestión también discutida. Una vez expuestos los aspectos de tipo más teórico, el capítulo II desarrolla un planteamiento histórico. ¿En qué momento y circunstancias surge lo fantástico en literatura? ¿Quiénes son sus iniciadores en Francia? ¿En qué condiciones evoluciona durante el periodo romántico? Éstos son algunos de los interrogantes a los que se da respuesta. Lo fantástico empieza a tomar cuerpo en Francia a finales del siglo XVIII y primeras décadas del siglo XIX, como reacción contra el excesivo racionalismo y positivismo de la época. Es en los años 30 cuando el género surge con fuerza en Francia, gracias a la traducción al francés, en 1828, de los Contes fantastiques de Hoffmann. El autor alemán es en gran medida el responsable del arraigo del gusto por lo fantástico entre el público y de su consiguiente aclimatación. Sin embargo, lo fantástico cuenta con precursores dentro de Francia. Cazotte, con su obra Le diable amoureux (1772), es uno de los pioneros del género. Le sigue Nodier, que une, a su faceta de escritor, la de ser uno de los primeros teorizadores del género. En los primeros años de la década de 1830 se desata en Francia una auténtica fiebre de lo fantástico. Los escritores, entre los que hay que incluir a Balzac, responden a la buena acogida que tiene el género entre los lectores y los relatos fantásticos copan el mercado editorial. Tras tres o cuatro años de éxito vertiginoso, la producción de textos fantásticos se estanca cuando el público empieza a mostrarse harto de la excesiva oferta. Se recupera así una situación de equilibrio y lo fantástico no dejará de ser cultivado en los periodos realista y naturalista. El éxito de los Contes fantastiques de Hoffmann y el desarrollo de la prensa son los dos factores que influyeron en el auge de las formas narrativas breves. Aunque es un género muy practicado a lo largo de todo el siglo, será también en los primeros años de la década de 1830 cuando más "nouvelles" se publiquen, haciéndose especialmente habitual en esa coyuntura el binomio relato corto-fantástico. La discutida frontera de la "nouvelle" con respecto al "conte" y al "roman" es la cuestión con la que se cierra el segundo bloque. El capítulo III se centra en lo fantástico propiamente balzaquiano. La narrativa fantástica de un autor como Balzac, vinculado a un periodo alejado en el tiempo como el romanticismo francés, necesita ser estudiada teniendo en cuenta las circunstancias culturales, ideológicas y personales que intervinieron en su gestación. Los postulados de la teoría moderna de lo fantástico se revelarían excesivamente simplificadores si no se tienen en cuenta las características propias del universo creativo del autor, que, al fin y al cabo, son las que le imprimen su sello más personal, frente al tratamiento de lo fantástico que hacen otros autores coetáneos como Nodier o Gautier. Se investiga, pues, como arraiga y se manifiesta lo fantástico en la obra balzaquiana. El contexto ideológico de la época, en el que el desarrollo de las tesis iluministas y el ocultismo conviven junto a los avances científicos - sobre todo en medicina, en el campo de las patologías mentales - así como la inclinación innata del autor por las cuestiones filosóficas, hacen que lo fantástico balzaquiano se caracterice por una dimensión ideológica muy acusada. Este Balzac de cuño filosófico ha quedado difuminado tras el Balzac realista, comprometido con la representación de la realidad social de su época; pero lo cierto es que la filosofía del autor impregna la concepción de toda su obra, aunque es en sus relatos de corte fantástico donde con más nitidez se condensa la exposición de toda una serie de ideas filosóficas y científicas. Haciéndose eco de las investigaciones científicas de su época, Balzac cree en la materialidad del pensamiento como fluido y en su poder destructor para el hombre, cuando su actividad se ve excitada en exceso. A partir del texto matriz de La Peau de Chagrin, su teoría del desgaste vital aparece expuesta y desarrollada principalmente en el resto de textos fantásticos, aunque también es posible rastrearla en otros de corte más realista. Pero, junto a esta vena más científica, Balzac se deja al mismo tiempo seducir por las doctrinas iluministas que circulaban en su época. Éstas son relevantes desde el punto de vista de lo fantástico, porque a partir del misticismo que propugnan derivan hacia tesis de filiación ocultista. Así, la frenología de Lavater y el magnetismo animal de Mesmer nutren la imaginación creadora de Balzac, de manera que son frecuentes en su ficción los casos de hipnosis, telepatía, sonambulismo y alucinaciones. Por último, otra manifestación también significativa de lo fantástico balzaquiano es la presencia del pacto diabólico en su obra. Uno de sus relatos breves más genuinamente fantásticos, Melmoth Réconcilié, gira en torno al pacto diabólico, que también está presente en La Peau de Chagrin y en su novela de juventud Le Centenaire. Concluye el capítulo III con un apartado dedicado al Balzac "conteur". Aunque la forma breve es muy cultivada en todo el siglo XIX, sin embargo es especialmente intensa su proliferación en los primeros años de la década de 1830 coincidiendo con el éxito de lo fantástico. Es evidente que Balzac sucumbe en ambos sentidos a los dictados de la moda literaria, abandonando por un tiempo su dedicación a la novela y convirtiéndose en autor de "contes", en los que cede con frecuencia al gusto del público por lo fantástico. Ahora bien, esta circunstancia no implica que Balzac no tenga verdadera madera de "conteur"; de hecho, aunque esta faceta es exageradamente apreciable entre 1830 y 1832, lo cierto es que el autor nunca dejó de cultivar las formas breves a lo largo de su carrera literaria. En el capítulo IV se establece el corpus de trabajo y se plantea el estudio de la articulación formal de lo fantástico en la narrativa breve balzaquiana. Para la delimitación del corpus se ha adoptado un concepto de "nouvelle" "sensu stricto", de manera que sólo se han incluido textos que no plantean dudas sobre si podrían considerarse novelas cortas. Para la determinación de qué obras pueden ser catalogadas como fantásticas se ha recurrido a las definiciones de dos críticos que han estudiado lo fantástico en el siglo XIX, Castex (1987) y Amblard (1972). Así, se han seleccionado once narraciones breves que se pueden considerar fantásticas, puesto que todas giran en torno a la exposición de fenómenos que, en un momento dado, conculcan la racionalidad humana, provocando desconcierto en los personajes que se enfrentan a tales acontecimientos y, por ende, en el lector. El resto del capítulo IV está dedicado al análisis formal de los relatos. En él se ha aplicado el estudio de Joël Malrieu (Le Fantastique, 1992), que ha investigado la configuración estructural de lo fantástico en un amplio elenco de obras, en su mayoría del siglo XIX, entre las cuales no se halla ninguna perteneciente a Balzac. El objetivo de esta investigación ha sido, por tanto, averiguar si lo fantástico balzaquiano se ajusta a la estética formal del género deducida por Malrieu. Se han analizado cuatro aspectos: partiendo de la oposición personaje versus fenómeno que establece Malrieu como caracterizadora de lo fantástico, se ha hecho un seguimiento del tratamiento y evolución tanto del personaje como del fenómeno irracional, así como del tipo de relación que se establece entre ambos y cómo evoluciona también ésta. Tras el análisis de estas dos categorías, se estudia la función que cumplen los elementos espacio-temporales con respecto a la naturaleza fantástica de los relatos. Y, por último, se contemplan cuestiones estrictamente narratológicas, reflexionando en torno al tipo de narrador y personas gramaticales que aparecen y su papel en la configuración discursiva de lo fantástico. El capítulo V recoge las conclusiones de la investigación llevada a cabo. De ésta se desprende que los relatos fantásticos balzaquianos se ajustan de manera bastante fiel a la caracterización estética del género que establece Malrieu. Por tanto, Balzac conoce y domina bien la técnica compositiva inherente a lo fantástico en el relato breve, lo cual permite afirmar que esta faceta creativa va más allá de una simple concesión a la moda pasajera del momento. El Balzac realista es al mismo tiempo uno de los primeros autores que asume plenamente la estética de lo fantástico y recoge temas que más tarde tratarán otros escritores. Por tanto, si es reconocido como padre del realismo, merece también que se le reconozca entre los padres de lo fantástico en Francia.