Contextos cerámicos altomedievales del Tolmo de Minateda. Caracterización morfológica, cronotipólogica y porcentual desde la perspectiva estratigráfica

  1. AMORÓS RUIZ, VICTORIA
Dirigida por:
  1. Sonia Gutiérrez Lloret Director/a

Universidad de defensa: Universitat d'Alacant / Universidad de Alicante

Fecha de defensa: 05 de septiembre de 2017

Tribunal:
  1. Lorenzo Abad Casal Presidente/a
  2. Irene Montilla Torres Secretaria
  3. Patrice Cressier Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 489759 DIALNET lock_openRUA editor

Resumen

Esta tesis estudia y analiza los contextos cerámicos de época Altomedieval del yacimiento de El Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete), con el objetivo de ordenar las producciones cerámicas de esta época para que se puedan utilizar como referente en los futuros trabajos en el yacimiento, al tiempo que se crea un paralelo de base contextualizada para las producciones cerámicas del sureste de la Península Ibérica. El proyecto arqueológico de El Tolmo de Minateda se viene desarrollando ininterrumpidamente desde 1988, y gracias a estos casi treinta años de trabajo de investigación, hoy en día El Tolmo se reconoce como un yacimiento clave para el estudio del tránsito a la Alta Edad Media en el sureste peninsular, sobre todo en un fenómeno histórico de tanto calado como el proceso de islamización que se originó con la llegada de las poblaciones árabo-bereberes en el año 711 d.C El estudio de este proceso viene de la mano de la secuencia ininterrumpida del yacimiento que abarca desde finales del siglo VI d.C. hasta principios del X d.C., y que se ha construido gracias a las 26 campañas de excavaciones arqueológicas en el cerro y a la extensa documentación estratigráfica y de los materiales asociados a ella. El problema de las producciones cerámicas altomedievales radica en la falta de argumentación cronológica en su estudio y evolución. Es en este periodo cronológico cuando desaparecen las producciones estandarizadas, se transforman los esquemas de comercio que habían regido en el Mediterráneo desde época romana, y el conocimiento del periodo se refleja en el adjetivo de “dark ages” o “época oscura” tal y como es nombrado por muchos investigadores. Para el desarrollo de este trabajo se necesitaba un marco cronológico que la cerámica no tenía por sí sola, pero este se podía obtener por el análisis de los contextos estratigráficos que proporcionaba las excavaciones en el cerro. La amplia documentación que existía permitió el estudio de diferentes contextos en varias zonas del yacimiento, y a su vez el enlace entre ellos. Como consecuencia podíamos crear una secuencia estratigráfica separada en fases que nos permitía construir el marco cronológico de las cerámicas altomedievales de El Tolmo de Minateda. Una vez realizado el estudio estratigráfico y la definición de las fases de la secuencia era posible vincularla con el material de cada una de las unidades estratigráficas; Ahora conocíamos su posición en la secuencia y por lo tanto éramos capaces de analizar el material y su evolución desde un punto de vista cronológico. Pero al mismo tiempo nos daba la libertad de aproximarnos a estos objetos desde diferentes puntos de vista: pasta, modo de producción, forma, posible función, así como establecer la relación de estos con producciones estandarizadas y con una tradición de estudio: sigillatas, ánforas o cerámicas de cocina de ámbito mediterráneo o las producciones vidriadas de diversas épocas. El estudio del material cuenta además con una herramienta que ha sido fundamental para poder realizar esta investigación, la base de datos de materiales arqueológicos de El Tolmo de Minateda. Un sistema de catalogación e inventario de materiales en una ficha informatizada que se viene empleando en El Tolmo desde el comienzo de los trabajos de excavación en el cerro, y aunque ésta ha sufrido algunos cambios en la manera de introducir los datos, nos ha ofrecido la posibilidad de contar con una gran cantidad de información normalizada. De hecho, gracias a esta base de datos contamos con una muestra de 68.177 individuos cerámicos de época altomedieval, que se ha podido ubicar dentro de la secuencia estratigráfica. Todo ello nos ha permitido ordenar el material en 15 grupos morfofuncionales cuyos integrantes comparten unas mismas características y atributos bajo criterios de definición que han tratado de ser lo más objetivos posibles. Además, como conocíamos la localización estratigráfica de los objetos, hemos podido seguir la evolución de los diferentes tipos y subtipos dependiendo de su posición en la secuencia estratigráfica. Igualmente, todos estos elementos se han analizado bajo unos mismos criterios de estudio: modo de producción, elementos morfológicos/funcionales, paralelos formales (si era posible) y tipo pasta (con la identificación de 24 grupos diferentes a lo largo de toda la secuencia). La suma de todos estos elementos nos ha ofrecido la posibilidad de reconstruir la historia del material cerámico a lo largo de un periodo concreto de tiempo, pero al mismo tiempo nos ha dado la oportunidad de mirar los resultados desde otra perspectiva y por lo tanto formular nuevas preguntas que pueden enriquecer la investigación en la materia. CONCLUSIÓN Tras una primera aproximación y análisis a las cerámicas de importación de época tardoantigua documentadas en los trabajos de excavación de El Tolmo de Minateda, se puede llegar a concluir que en el cerro pudo existir algún tipo de asentamiento entre el siglo V y la primera mitad del siglo VI. Pero estos mismos registros también nos indican que no debió ser un núcleo de población importante, aunque sí de alto valor estratégico debido a su posición privilegiada en dos importantes ejes de comunicación que unían desde la Antigüedad la costa con el interior de la Península. Ese debió ser el elemento principal que propició su revitalización como ciudad en la segunda mitad del siglo VI y principios del VII, en el marco de la Renouatio Imperii justinianea que enfrentó en el sur y sureste de la península Ibérica al Imperio bizantino con el reino visigodo de Toledo. Por el momento, las evidencias más destacadas de este proceso de restructuración urbana en el cerro son la construcción de un nuevo lienzo de muralla en el acceso a la ciudad y un complejo edilicio en la parte alta, que incluye una iglesia con baptisterio y un edificio anejo, interpretado como un complejo episcopal. La evidencia estratigráfica y los materiales asociados a ellas indica que estas dos construcciones son parte de un mismo proceso, pero realizadas en tiempos diferentes. El análisis de los contextos asociados a los niveles iniciales del uso de la muralla de El Reguerón indica que a finales del siglo VI o principios del VII esta debía estar en pie, por lo que su edificación debió producirse en algún momento de la segunda mitad del siglo VI. Mientras que el complejo episcopal tuvo que levantarse en un periodo impreciso de finales del siglo VI cuando no de principios del VII, momento en el que enclave que existía en El Tolmo se convierte en sede episcopal. Esta divergencia cronológica entre ambas construcciones, quizás nos esté indicando también, que las motivaciones que provocaron su edificación fueran de diferente índole. En todo caso, la voluntad política de crear un centro de control en la zona a través de una sede episcopal es el acto que convierte a El Tolmo de Minateda en una ciudad emergente en el siglo VII. Y la prueba más evidente de esta acción es la construcción del episcopio en la parte alta del cerro, que tuvo que ser una obra de gran envergadura que contó con un diseño previo, aunque no descartamos alguna modificación posterior. El estudio parcial de algunos contextos asociados a la construcción de la parte occidental del edificio palaciego podría estar indicándonos algún tipo de ampliación o remodelación del conjunto a lo largo de la segunda mitad del siglo VII. El análisis de la cerámica de los conjuntos de finales del siglo VI y principios del VII indican que la ciudad ubicada en El Tolmo contaba con estrechas relaciones con las zonas de Murcia y Alicante, así como con el centro de la Península y parte de Andalucía occidental, además de ser partícipe de los circuitos comerciales mediterráneos. La documentación de ánforas y vajilla de mesa de origen norte africano y producciones de la zona de Cartagena indicaría algún vínculo con la Spania bizantina. Aunque por otra parte, la presencia de vajilla del tipo TSHTM y las importaciones propias peninsulares reflejan un estrecho contacto también con el reino Visigodo. Situación que deja patente la posición privilegiada de El Tolmo entre diversas vías de comunicación, al tiempo que demuestra que determinados elementos económicos, como el tráfico comercial, son independientes de las fronteras políticas (Gutiérrez y Abad 2002, 141). El siglo VII, visto a través de los contextos cerámicos, indica dos momentos claramente diferenciables entre la primera y la segunda mitad de la centuria, y una transformación de los conjuntos cerámicos muy importante en la segunda mitad del siglo VII. Desde el punto de vista estrictamente cerámico, nuestras fases 2 y 3.1 están estrechamente vinculadas, mientras que las fases 3.2, 3.3 y 3.3/4.1 marcan el inicio de un camino que se mantendrá hasta finales del siglo VIII. La primera mitad del siglo VII se identifica por ollas de cuerpo esférico, marmitas de paredes rectas y base plana, cazuelas elipsoidales, vajilla modelada a mano de muy buena calidad, producciones del entorno de Cartagena e importaciones de origen diverso: norteafricanas, del área occidental de Andalucía y del área murciana. Mientras que la segunda mitad del siglo VII se caracteriza por ollas de cuerpo ovoide con inflexiones muy marcadas y cazuelas de cuerpo globular o troncocónico que sustituyen a las formas más elipsoidales. Por su parte las marmitas de paredes rectas se mantienen, aunque ya podemos encontrar algunos ejemplos con paredes reentrantes. También en la segunda mitad del siglo VII desaparecen de los conjuntos las importaciones del área de Cartagena, la vajilla peninsular (TSHTM) y los contenedores decorados con pellas de barro, al tiempo que se reducen las importaciones de servicio de mesa de origen tunecino, los cuencos a mano de calidad y los grandes recipientes que imitaban a los tipos orientales, así como las ánforas norteafricanas. En cambio es ahora cuando aparecen las jarras de mediano tamaño de cuello estrecho y dos asas modeladas a mano, los jarros con perfil en S, los vasos y las tazas. Y se documenta una mayor presencia de elementos orientales. También en la segunda mitad del siglo VII es cuando se documenta de forma clara las producciones cerámicas con vidrio de El Tolmo, que parecen atestiguar la elaboración de vidrio en el yacimiento. La transformación de los conjuntos cerámicos de la segunda mitad del siglo VII nos muestra una época de florecimiento económico de la ciudad, un momento en el que una pequeña ciudad a medio camino entre la costa y el centro peninsular recibe las mismas importaciones que se documentan en la capital Recópolis. Esta ciudad, reconocida como la Eio de los concilios de los años 646 y 675, se vinculará con Ilici a lo largo de todo el siglo VII por la sede episcopal que comparten, y posiblemente sea esta conexión con la iglesia la que justifique su auge económico. En la primera mitad del siglo VIII desaparecen de los conjuntos cerámicos la vajilla y ánforas de origen tunecino, pero salvo este elemento y en términos generales, se conservan unas características muy similares a las de la segunda mitad del siglo VII. Se mantienen las ollas de cuerpo ovoide, jarros de perfil en “S” y tazas, así como se incrementa el número de botellas, denominadas en muchos casos por la bibliografía como “botellas visigodas”, y que en El Tolmo parecen contribuir al ajuar cerámico de la primera mitad del siglo VIII. El periodo comprendido entre la segunda mitad del siglo VII y la primera mitad del siglo VIII marca el momento de mayor expansión mediterránea del ejercito Omeya. En el Próximo Oriente el periodo Omeya no marcó una transformación radical en los usos y modos de producir cerámica, el cambio será más evidente en el Mediterráneo central. Pero un análisis general de la situación mediterránea, que transcienda de las sigillatas y las ánforas norteafricanas, nos indica que los registros cerámicos de la primera mitad del siglo VIII pudieron mantener muchos de los patrones existentes de la segunda mitad del siglo VII en buena parte del Mediterráneo. La llegada de poblaciones arabo-bereberes en el año 711 a la península Ibérica podrá ser analizada y entendida desde multitud de puntos de vista, pero desde la perspectiva de los conjuntos cerámicos en general y los de El Tolmo de Minateda en particular, no se aprecia un cambio evidente en la primera mitad del siglo VIII, al contrario, los conjuntos de esta época siguen los patrones establecidos en la segunda mitad del siglo VII. A mediados del siglo VIII se documentan en diversas zonas del yacimiento una serie de transformaciones que se detectan con mayor claridad en la parte alta del cerro, en el antiguo complejo episcopal, que se transforma ahora en un espacio doméstico. La segunda mitad del siglo VIII y el principio del siglo IX debe ser entendido como un periodo “bisagra” entre la tradición tardoantigua/visigoda (marcada por la transformación de los ajuares cerámicos de la segunda mitad del siglo VII), y el siglo IX. En la segunda mitad del siglo VIII se iniciará un proceso de transformación que culminará en la centuria siguiente, sobre todo en su parte final. Los elementos que articulan esta transformación vienen de la mano de la introducción de nuevas pastas y formas, con la aparición de nuevos tipos de ollas, marmitas, cazuelas, recipientes de almacenaje y transporte y elementos de servicio Pero desde el punto de vista de los ajuares cerámicos, esta etapa no supone un cambio brusco, ni en las formas ni en los modos de producción, ya que muchos de estos elementos conviven en las mismas unidades domésticas. Este proceso se debe entender como la coexistencia de múltiples líneas evolutivas que nos reflejan procesos de islamización diferentes que conviven en un mismo espacio, y que confluirán en una misma línea evolutiva ya en el siglo IX, sobre todo a finales de ese siglo, cuando los ajuares domésticos se vuelven mucho más homogéneos en toda la Península. Desde el punto de vista del material cerámico, el siglo IX en El Tolmo de Minateda, supone una completa transformación en los ajuares domésticos y la culminación de un proceso que se había iniciado en la fase anterior. La tendencia que se comienza a documentar en la fase 4, ahora se generaliza dando paso a numerosas formas nuevas, pastas y a una transformación de los modos de producción que indica una mayor complejidad social. También es en este momento cuando se introduce el vidriado, muy escaso en la primera mitad del siglo IX, pero cuyo uso se normaliza en los ajuares domésticos a finales del este siglo y principios del X. El cambio tecnológico que se recoge en los conjuntos cerámicos del siglo IX nos indica dos elementos a destacar en la producción cerámica, por un parte la incorporación de un buen número de pastas diferentes y por otro el aumento de la cerámica a mano/torneta, que incrementa su presencia conforme avanza el siglo IX, pero no de forma uniforme, sino que en un mismo momento conviven espacios con contextos con una mayoría de cerámica modelada a mano junto a otros donde el uso del torno es mayoritario. Esta situación coexiste con una serie de pastas cuyos análisis perecen indicar contactos con las zonas de Andalucía Oriental, Granada, Málaga, Murcia y el centro peninsular. Al tiempo que finales del siglo IX llegan los productos vidriados de los talleres peninsulares afincados en Pechina, Málaga o Córdoba. Todo ello nos indica que a finales del siglo IX se había alcanzado un alto grado de complejidad social y económica. Los datos ofrecidos en este trabajo muestran que desde el punto de vista de los conjuntos cerámicos, el periodo cronológico que va de finales del siglo VI a principios del siglo X es mucho más complejo de lo que se pensaba hace unos años. Las diferentes transformaciones que se constatan en las formas y modos de producción indican que diferentes sistemas económicos y elementos culturales confluyeron en un mismo momento, y que la aparición de nuevos grupos a principios del siglo VIII necesariamente debe ser entendida en su propio contexto y en el precedente. Los datos aportados en esta tesis son reflejo de sociedades que no sólo se autoabastecen y cuya economía no sólo se limita a mercados y producción de índole local, sino que también participan de relaciones económicas, sociales y culturales más amplias y complejas.