Análisis del perfil del estudiante universitario en relación a hábitos y estilos de vida saludables, motivaciones y expectativas socioeducativas

  1. SAN ROMÁN MATA, SILVIA
Dirigida por:
  1. Félix Zurita Ortega Director/a
  2. Asunción Martínez Martínez Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Granada

Fecha de defensa: 10 de julio de 2018

Tribunal:
  1. María Luisa Zagalaz Sánchez Presidenta
  2. Miguel Ángel Gallardo Vigil Secretario/a
  3. José Luis Chinchilla Minguet Vocal
  4. Verónica Valera Mato Vocal
  5. Marta Linares Manrique Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

Los estilos de vida son entendidos como un proceso activo y dinámico, del cual es responsable el propio individuo con sus conductas sanas e insanas, que determinan el grado de salud y de calidad de vida. Éstos, especialmente en la adolescencia y juventud, han sido considerados objeto de estudio a lo largo de los años ya que esta etapa evolutiva del desarrollo humano y es considerada como un periodo de transición y cambio no sólo biológico sino psicológico, sexual y social inmediatamente posterior a la niñez y que se inicia en la pubertad. Además de las modificaciones fisiológicas que inciden en el aspecto físico y la preocupación del joven por su apariencia y aceptación social, se producen otros cambios a nivel cognitivo en los que se desarrolla la capacidad analítica y el sentido crítico directamente se considera una etapa de descubrimiento de la propia identidad (psicológica, sexual o religiosa) así como de la búsqueda de autonomía individual y necesidad de emancipación, de evaluación de riesgos y donde a nivel social, los amigos sustituyen a la familia como grupo relevante, siendo una preocupación del adolescente la inserción y aceptación por parte del grupo de iguales. Otra cualidad a tener en cuenta durante este periodo, es el aspecto emocional, donde la capacidad afectiva del joven se encuentra en plena ebullición de sentimientos y emociones que se identifican con el amor, haciendo uso de la capacidad de elección de amistades y personas a las que querer, personalizando y discriminando sus afectos. A consecuencia de lo referido con anterioridad junto con la incorporación del pensamiento abstracto y la capacidad de relativizar, se va perfilando la personalidad de cada individuo. En este sentido hay que aclarar que los estilos de vida son las prácticas que se llevan a cabo y no las creencias que se puedan tener al respecto, es decir, no basta con tener creencias positivas sino que hay que demostrarlas en la práctica diaria. Es sabido que las conductas de riesgo que se inician durante este periodo van en aumento y que éstas inciden tanto en la calidad de vida de los jóvenes como en el rendimiento académico. Así pues, se percibe en ellos, una necesidad e impulsividad de experimentar nuevas experiencias y sensaciones placenteras que en numerosas ocasiones implican conductas de riesgo, tales como los comportamientos sexuales sin protección o el consumo de sustancias nocivas para la salud, entre otros. De hecho, de forma frecuente aparecen en los diferentes medios de comunicación las consecuencias del conocido “botellón”, como forma de ocio y diversión en la población más joven. Asimismo, el consumo de alcohol y tabaco puede ser puerta de acceso a otro tipo de drogas a estas edades, de manera que diversos autores exponen el aumento considerable del consumo de hachís en estudiantes de secundaria durante las últimas décadas. En este sentido, el consumo de dichas sustancias se encuentra relacionado con el rendimiento académico o la disminución en las tareas o labores a realizar, incluso con comportamientos disruptivos o violentos que se pueden manifestar en el ámbito familiar, la pareja, las aulas y los grupos de iguales. Del mismo modo, se expone la baja percepción del riesgo de consumir alcohol, hecho que aumenta la probabilidad de sufrir un accidente de tráfico provocando de esta forma lesiones de todo tipo en los jóvenes, debidos en gran medida a la pérdida de reflejos, la euforia y la irreal sensación de control. De hecho alrededor del 60% de los accidentes de tráfico presentan el triángulo jóvenes, alcohol, fin de semana. Está aconteciendo otro problema asociado y es que parece ser que el uso o abuso de sustancias nocivas, la psicopatología y la ideación suicida tienen alguna relación. Llama la atención la elevada incidencia de suicidio en la adolescencia, entendiéndose como un suceso complejo y multicausal que se lleva a la práctica en todas las sociedades. Se plantea la idea de que el desequilibrio que presenta el adolescente, en cuanto a su desarrollo cognitivo para sopesar y estimar su propia muerte, al mismo tiempo que su inmadurez para controlarlo, está relacionado con las ideas suicidas en dicha etapa. El suicidio se presenta como la segunda causa de muerte no natural en la adolescencia según confirma la OMS. Así pues, en menores de 15 años se sitúa como la primera causa de muerte en países como China, Australia, Irlanda y Nueva Zelanda. Es conocido el hecho, de que el adolescente es un individuo influenciable y dúctil a la hora de adquirir conductas perjudiciales y que se encuentra rodeado de factores de riesgo y factores de protección, que le protegen o le deterioran su calidad de vida. Es por eso que para contrarrestar los posibles factores de riesgo subyacentes y típicos de esta etapa, nos encontramos con factores de protección que sirven de apoyo y superación de cualquiera de las adversidades que se puedan plantear a estas edades, como puede ser la familia y/o el grupo de redes sociales disponibles por el joven. Del mismo modo, factores individuales como por ejemplo la resiliencia, inteligencia emocional, autoestima o la motivación intrínseca del individuo, serán variables psicosociales a tener en cuenta para el adecuado desarrollo y conformación de la personalidad. Además de los cambios propios de la adolescencia en el ámbito biológico, psicológico y social, tal y como se ha mencionado anteriormente, hay que tener en cuenta la influencia de cada entorno, influenciado por la cultura y el momento histórico de la sociedad, entendiéndose cultura como el conjunto de conceptos y conocimientos que se concede a un grupo social, unas formas de vida significativas en las cuales se proporciona una amplia red de actividades humanas, en las que se incluye la vida social, educativa, recreativa y económica uniendo así los círculos públicos y privados. En esta línea, se puede definir como el conjunto de interpretaciones que da un grupo de personas en un contexto espacio temporal determinado. Cabe la posibilidad de confundir cultura con el término religión al tratar diferentes temas, aún no teniendo nada que ver, son conceptos que se retroalimentan y entremezclan, formando parte la religión de una cultura. Esto es debido a que la cuestión religiosa influye en diversos aspectos, tal y como podrían ser los hábitos y costumbres alimentarias, los rituales propios de cada religión en las diferentes etapas de la vida, además de relacionarse con otros temas y cuestiones de índole sanitario relacionadas con las transfusiones sanguíneas o donaciones de órganos, entre otros. Hechos que afectan a la calidad de vida y por lo que la religión es considerada un determinante de salud. En este sentido la religión puede considerarse como un elemento del ser humano que comprende el conjunto de creencias, prácticas y valores implícitamente establecidos en determinadas tradiciones sociales o marcos institucionales, dependientes de la cultura y la educación. Actualmente, se sabe que el período que abarca la adolescencia se ha incrementado respecto a décadas anteriores, propiciado por cuestiones de índole social y laboral. En este sentido, diferentes autores lo delimitan entre los 10 a 20 años, de tal forma que se podría mencionar que la etapa universitaria se vería incluida en dicho intervalo. Hecho que justificaría la gran cantidad de estudios existentes en relación con la adquisición de buenas medidas higiénico-dietéticas y más concretamente en la adhesión a la dieta mediterránea en estas edades. De forma general y debido a las características esenciales de esta dieta (consumo adecuado de aceite de oliva, frutos secos y alimentos de origen vegetal de forma habitual, o de pescado, aves y lácteos y de forma esporádica la ingesta de carne roja y dulces) se considera como una de las más saludables, equilibradas y variadas, lo que favorece el adecuado desarrollo madurativo en cada una de las etapas evolutivas del individuo, así como el aumento de la esperanza de vida. Además durante la adolescencia, aumenta el riesgo de adquisición de conductas insanas y es esta una edad clave para el de inicio de trastornos de la conducta alimentaria, tales como son la anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y trastorno por atracón, entre otros comportamientos influenciados por múltiples factores socioculturales muy arraigados actualmente. Como la existencia de trabajos que determinan la relación tan alta existente entre la dieta mediterránea y los hábitos del ocio digital de los jóvenes universitarios. Así pues, en la literatura consultada destacan estudios, que corroboran que parte de la población universitaria necesita mejorar su patrón alimentario puesto que numerosos jóvenes comienzan un período de verdadera autonomía personal, en la que sólo ellos deben cuidarse a sí mismos y en la que son responsables de sus hábitos y estilos de vida. Por lo que los estudiantes universitarios, se encuentran expuestos a una serie de factores que influyen en la dieta, de esta manera diversos autores aprecian una mejor acepción de ésta en el género femenino y expresan que el lugar donde residen o la tendencia religiosa que profesan son variables que también influyen sobre los hábitos alimenticios. Se podría dar como explicación, el hecho de que en la etapa universitaria aproximadamente la mitad de los jóvenes abandonan el domicilio familiar, residiendo en pisos compartidos o residencias situadas a menor distancia del centro de estudios y reciben en ocasiones la influencia de los grupos de pares hacia este tipo de hábitos. En esta línea, se pone en relieve como la zona de residencia representa un factor determinante en el modo de vida, abarcando unos hábitos concretos. Por lo que estas circunstancias a las que se exponen multitud de estudiantes, pueden ser generadoras de un estrés ambiental adicional que afecta al bienestar del joven, pudiendo llegar a ser detonantes de cualquier enfermedad mental ya que es sabido que la adolescencia tardía es considerada como uno de los momentos clave del surgir de ciertos trastornos mentales. Del mismo modo, es posible que la situación de vulnerabilidad que presentan parte de los jóvenes a su incorporación al entorno universitario pueda desencadenar en conductas no saludables tal y como son el consumo de tabaco, alcohol, drogas, malos hábitos alimenticios, disminución de la actividad física, sedentarismo, sexualidad de riesgo, hábitos relacionados con una baja calidad de vida y con enfermedades de tipo cardiorespiratorio como cáncer o diabetes. De hecho, el consumo de sustancias legales nocivas y adictivas que afecta de forma precoz en los jóvenes españoles, tales como el tabaco y el alcohol, se considera como un problema de salud pública y de interés social. Este consumo se refleja en la Encuesta Estatal sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias, en la cual un 84% de los adolescentes indicaron haber consumido alcohol en alguna ocasión y alrededor del 44% manifestaron haber probado el tabaco. Además, existen estudios que expresan, que los universitarios que perciben una cierta permisibilidad de su familia ante el alcohol, suelen beber más. Por consiguiente, variables sociodemográficas tales como el género, el lugar de residencia habitual y la tendencia que profesan los universitarios pueden estar relacionados con las variables de calidad de vida como pueden ser el consumo de alcohol y tabaco, así como la adhesión a la dieta mediterránea. Igualmente y junto con variables psicosociales tales como la resiliencia y la inteligencia emocional, pueden ser factores que incidan en las motivaciones y expectativas socioeducativas del alumnado universitario. Por tanto, la investigación en el contexto pedagógico y educativo es considerada una de las más relevantes en el desarrollo humano y es por ello que nuestra investigación versa en dichos aspectos. Este trabajo de investigación aporta datos novedosos sobre el perfil psicosocial y de salud del estudiante universitario, en base a esto los objetivos de este trabajo fueron describir las variables sociodemográficas (género, lugar de residencia, tendencia religiosa, campus universitario y edad), psicosociales (resiliencia e inteligencia emocional) de calidad de vida (consumo de alcohol y tabaco y adhesión a la dieta mediterránea) y educativa (campus universitario, recepción de beca universitaria, ámbito de conocimiento y nota media del curso anterior) de jóvenes universitarios (España) y establecer las relaciones existentes entre sí de dichos parámetros, y finalmente realizar un análisis de la resiliencia, dieta y hábitos saludables en función de variables descriptivas mediante el empleo de ecuaciones estructurales. Participaron en este trabajo de carácter descriptivo y de corte transversal un total 597 estudiantes universitarios matriculados en el curso académico 2016/2017 en los campus universitarios de Granada, Ceuta y Melilla, con una edad media de 23 años, de los cuales un 73,9% eran féminas y un 26,1% eran varones. Para el análisis de las distintas variables se emplearon instrumentos validados en todos los casos, así concretamente de las variables Sociodemográficas y Educativas se utilizó una hoja de autoregistro, de las variables psicosociales, para la resiliencia (escala de resiliencia CD-RISC) e inteligencia emocional (Trait Meta-Mood Scale, TMMS-24) y las de calidad de vida en cuanto al consumo de alcohol (Alcohol Use Disorders Identification, AUDIT), tabaco (Fagerström Test for Nicotina Dependence, FTND) y adhesión a la dieta mediterránea (test de adherencia a la dieta mediterránea, KIDMED). El análisis estadístico fue realizado mediante el programa SPSS 22.0 Los resultados depararon que más de la mitad del alumnado pertenecía al campus universitario de Melilla, casi una cuarta parte al de Ceuta y en menor proporción al de Granada, constatándose una presencia femenina de casi tres cuartas parte de los participantes. Además se verificó que seis de cada diez alumnos vivían en el domicilio familiar, tres de cada diez en pisos compartidos y muy pocos de ellos en residencias universitarias. Siendo la religión cristiana la mayor profesada y en mayor medida por alumnos de Ciencias de la Salud frente a los de Ciencias Sociales. En lo referente a la resiliencia se mostraron niveles óptimos de resiliencia en todas sus dimensiones, excepto en la dimensión de espiritualidad donde se presentaban los índices más bajos, siendo los varones los que obtenían puntuaciones inferiores a las mujeres en este aspecto. Aunque los alumnos musulmanes fueron los que mostraban los valores más altos de espiritualidad, mostrándose así mismo el campus universitario de Melilla como el más espiritual. En el caso de la dimensión relacionada con el desafío de la conducta orientada a la acción fueron las mujeres las que mostraban mejores puntuaciones, al igual que la religión cristiana es la que consigue mejores niveles al respecto. Además, en lo que respecta al optimismo y la adaptación a situaciones estresantes, fueron los hombres los mejor valorados. Del mismo modo, los alumnos receptores de beca universitaria mostraron niveles de resiliencia superiores frente a los que no la recibieron y se constató la relación existente entre resiliencia y rendimiento académico, ya que los alumnos con mejores calificaciones académicas presentaban altos niveles de resiliencia. Igualmente en relación a la inteligencia emocional se observó que las puntuaciones más bajas se obtenían en cuanto a percepción y comprensión de la misma, siendo los hombres los que revelaban puntuaciones inferiores a las mujeres en cuanto a su compresión. Se comprobó que los varones presentaban medias superiores frente a las mujeres en todas las dimensiones relacionadas con el consumo de alcohol y las medias más bajas se obtuvieron en la dimensión consumo dañino, tanto para hombres como para mujeres, frente a la dimensión: consumo abusivo, donde los valores medios eran bastante superiores para ambos sexos. No sólo se pudo constatar estos hechos sino que se verificó que los estudiantes que residían en el hogar familiar presentaban un menor consumo de alcohol frente a los que residían en pisos compartidos y residencias universitarias, confirmando la idea de que la familia es considerada un factor de protección en cuanto al consumo de sustancias nocivas para la salud. Asimismo, más de tres cuartas partes del alumnado mostraban una dependencia baja en relación al consumo de tabaco, sin apreciarse diferencias de género y resto de variables estudiadas. En cuanto a la adhesión a la dieta mediterránea los resultados expusieron que más de las tres cuartas partes de los participantes presentaban una dieta óptima con respecto al patrón mediterráneo. Asimismo, se observó que los alumnos procedentes del campus universitario de Granada eran los que presentaban los valores más favorables. En este sentido, también se indicó la relación existente entre una dieta óptima y un mejor rendimiento académico reflejado en la nota media del curso anterior. A propósito del nivel educativo anterior al ingreso a la universidad, se constató que gran parte del alumnado disponían estudios de Bachillerato mientras que casi un tercio de los mismos procedían de FP y apenas hubo muestra que reflejasen una actividad laboral previa. En nuestro caso, se evidenció una mayor presencia de alumnos de Ciencias Sociales frente a los de Ciencias de la Salud. Por otro lado, resaltar el campus de Melilla como el que recibe mayor número de becas universitarias, hecho que se da más en las mujeres que en los hombres, y el que obtiene mejores calificaciones académicas. Por todo lo expuesto con anterioridad, podemos considerar que los hallazgos de nuestra investigación son relevantes en el ámbito objeto de estudio. A pesar de ello, se hacen necesarios un mayor número de trabajos venideros en esta línea de investigación con el fin de ampliar conocimientos y mejorar la intervención socioeducativa en la población joven. Finalmente, se propone la implantación de programas de intervención desde la edad infantil y durante el resto de ciclos educativos, incluyendo la educación superior, que desarrollen capacidades tales como la resiliencia y la inteligencia emocional para mejorar el rendimiento académico y que a su vez favorezcan unos hábitos y estilos de vida saludables. Igualmente, se sugiere un seguimiento y evaluación de los mismos para comprobar su eficacia. Además, se plantea la inclusión de asignaturas en dichos ciclos formativos, que integren el desarrollo de habilidades sociales, estrategias y conductas resilientes y de gestión de emociones. Igualmente se aconseja promover jornadas de formación en jóvenes para el desarrollo de habilidades sociales y de comunicación. Así como establecer nuevas variables o parámetros de medición, como pueden ser la autoestima y las habilidades sociales para futuras investigaciones.