La imagen de la mujer en el arte prehistórico del arco mediterráneo de la península Ibérica
- LILLO BERNABEU, MARIA
- Mauro S. Hernández Pérez Director/a
Universidad de defensa: Universitat d'Alacant / Universidad de Alicante
Fecha de defensa: 17 de diciembre de 2014
- Carmen Risquez Cuenca Presidenta
- Gabriel García Atienzar Secretario/a
- Margarita Sánchez Romero Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
1. INTRODUCCIÓN. El arte rupestre del arco mediterráneo de la península Ibérica fue reconocido en 1998 como Patrimonio de la Humanidad, aceptándose su existencia como algo insólito, digno de preservación por su singularidad y atractivo. Fue confeccionado en aquel momento un catálogo en el que se incluyeron 757 registros correspondientes a otros tantos registros distribuidos por 160 municipios entre Cataluña, Aragón, Comunidad Valenciana, Región de Murcia, Castilla-La Mancha y Andalucía. La figura femenina se erige como primera representación artística del ser humano, materializada en las archiconocidas venus paleolíticas, interpretadas tradicionalmente como diosas-madre, símbolos de la fertilidad y la fecundidad. Ese rango de divinidad traspasó las fronteras del arte paleolítico. Así pues, en el arte neolítico, las representaciones femeninas eran consideradas diosas propiciatorias de la caza o de la agricultura y grandes damas. En términos generales, la imagen de la mujer en el arte prehistórico era la de una mujer inserta en la esfera de las creencias, un referente simbólico, alejada de la realidad cotidiana. Tal consideración constituye el punto de partida de mi investigación. Es necesaria una nueva mirada al registro que por un lado, convierta a las mujeres en objeto de estudio, y por otro, las imbrique en la dinámica histórica de la sociedad a la que pertenecieron. El objetivo principal es reconocer y rebasar el conocimiento sesgado y androcéntrico que ha sido asumido sin más durante mucho tiempo y construir un conocimiento histórico más completo, estudiando la experiencia vital de las mujeres. En este caso, a partir de la iconografía levantina, aplicando las categorías analíticas de género y las actividades de mantenimiento. Para ello, he recurrido a la Arqueología del Género como marco teórico y al arte Levantino como materialidad y forma de expresión de los grupos neolíticos. DESARROLLO TEÓRICO La arqueología requiere un enfoque teórico que cuestione registro y dé sentido a los datos porque el fin último no es el hallazgo de objetos en las excavaciones. Las barreras de la pretendida objetividad arqueológica, del historicismo cultural y del empirismo positivista deben ser superadas por unas arqueologías críticas como la del Género y la Feminista, que ponen en duda lo aceptado como inmutable hasta el momento. Sólo así se avanza en la construcción del conocimiento histórico. Ambas disciplinas se fundamentan en dos conceptos: feminismo y género. El feminismo tiene una doble vertiente. Como movimiento social y político que demanda la emancipación de las mujeres y lucha por sus derechos y el reconocimiento de sus capacidades; y como elaboración teórica y filosófica que pretende identificar las raíces de la opresión y trato desigual hacia las mujeres. El término género hace referencia al papel que desempeña un individuo en la sociedad. Es por tanto una construcción social y cultural que cambia y se transforma según el contexto, necesaria para trascender el determinismo biológico que sitúa a las mujeres en una situación de inferioridad desde el principio de los tiempos. La aplicación de estos conceptos al estudio del pasado, tiene como resultado dos disciplinas comprometidas: Arqueología del Género y Arqueología Feminista que surgen y se desarrollan en el último cuarto del siglo XX. Comparten un objetivo común: la lucha contra el androcentrismo que sitúa al hombre o los hombres en el centro del conocimiento histórico considerando sus trabajos y aptitudes el motor del progreso evolutivo y de la Historia; mientras las mujeres quedan relegadas a una posición secundaria, en el mejor de los casos, minusvaloradas en sus aportes económicos y productivos y negadas en sus conocimientos y experiencias. Ambas disciplinas tratan de identificar los restos relacionados con las mujeres y sus actividades a través de los restos humanos, los objetos y las manifestaciones artísticas del pasado. Sin embargo, desde el punto de vista teórico, son distintas. La Arqueología Feminista es una reformulación del marxismo clásico, que prima las desigualdades sociales, obviando las de sexo o género. Las arqueólogas feministas reivindican la reproducción biológica como proceso de trabajo y desarrollan la teoría de la producción de la vida social compuesta por tres niveles productivos: producción básica o de cuerpos (fecundación, gestación y parto); producción de objetos (obtención y procesado de alimentos y fabricación de artefactos) y producción de mantenimiento de sujetos y objetos relacionada con su conservación, sostenimiento o desecho. La Arqueología del Género es ¿postprocesual, porque entiende que la sociedad está formada por individuos que actúan como agentes sociales activos, y cuyas actividades y negociaciones diarias forman parte esencial de la dinámica histórica¿ (DÍAZ-ANDREU, 2005). Sus categorías analíticas son el género y las actividades de mantenimiento, concepto que engloba todos los trabajos vinculados a la gestión de la vida diaria y dotan al grupo de estabilidad social porque tienen que ver con el bienestar, la cohesión y la reproducción. Su condición de cotidianas y rutinarias hace que sean infravaloradas e ignoradas; si bien es cierto que precisamente por ser cotidianas y rutinarias son imprescindibles para el desarrollo y la supervivencia de un grupo humano. En consecuencia, reconocer el valor de estos trabajos y sus agentes sociales, las mujeres, provoca y transgrede el legitimado discurso patriarcal y la posición dominante de los hombres y sus producciones (HERNANDO, 2006). 2.1. El arte rupestre Levantino ¿En general, es de inferior calidad estética que el arte Paleolítico, al que no obstante, aventaja en vida, movimiento y espíritu moderno¿ (BELTRÁN, 1968: 33). Así definía A. Beltrán al arte Levantino cuya dispersión geográfica abarca desde el prepirineo aragonés y catalán en su límite septentrional hasta las tierras orientales de Jaén y Almería, ubicado en abrigos poco profundos. La técnica empleada suele ser la pintura y en menor medida el grabado. Uno de los temas más recurrentes y fácilmente identificables es la caza, donde intervienen animales e individuos con arco y flechas. La iconografía cinegética ha sido el principal argumento esgrimido por los defensores y defensoras de la cronología epipaleolítica del arte Levantino. Las escenas de caza son mayoritarias, por tanto, el arte correspondería a una sociedad cazadora-recolectora. Desde el descubrimiento de las pinturas rupestres de la Roca dels Moros (Cogul, Lleida) en 1908, la cronología del arte Levantino se convirtió en una preocupación prioritaria. Su adscripción paleolítica se mantuvo vigente por el prestigio de investigadores como H. Breuil que así lo postulaban. 1968 marca un hito historiográfico con la publicación de A. Beltrán El arte rupestre levantino cuando se acepta la cronología postpaleolítica del arte Levantino, considerado un arte en transición con una larga duración y reflejo del paso de una sociedad cazadora-recolectora al modo de vida agrícola y ganadero. Todavía en la actualidad, un sector de la investigación reivindica su filiación paleolítica aunque en términos generales, su adscripción se debate entre Epipaleolítico y Neolítico. En mi opinión, el arte Levantino es neolítico. Su cronología neolítica queda justificada por las superposiciones con respecto al arte Macroesquemático en la Sarga (Alcoy); los paralelos muebles con cerámicas impresas con peine y gradina (6400-6000 BP) de la Cova de l¿Or (Beniarrés) y la Cova de la Sarsa (Bocairent); y la indiscutible edad neolítica de determinados objetos identificados en la iconografía levantina como los vestidos, cestos, bolsos, brazaletes y determinadas puntas de flecha. Por lo que respecta a la relación entre estaciones con arte rupestres y poblamiento es bastante heterogénea y compleja según el territorio. 2.1.1. Tratamiento de la figura humana La figura humana en el arte Levantino ha sido uno de los temas más tratados en las investigaciones. Las representaciones femeninas de yacimientos emblemáticos como Val del Charco del Agua Amarga (Alcañiz), la Roca dels Moros (Cogul), la Cueva de la Vieja (Alpera) o el Abrigo Grande de Minateda (Hellín) se convirtieron en referentes comparativos a partir de los cuales se definía el resto de figuras femeninas. Sobre ellas se hacía alguna referencia puntual. Sólo el sujeto masculino era objeto de tipologías y sistematizaciones. En 1968, A. Beltrán fue el primero en establecer unos criterios para la adscripción sexual femenina de una figura en el arte Levantino: ¿los senos, las nalgas salientes y voluminosas, las faldas y en algún caso el pelo y el tipo de trabajo; así como la ausencia de armas o instrumentos masculinos de trabajo¿ (BELTRÁN, 1968: 60). La primera tipología de la figura humana en el arte Levantino que incluía hombres y mujeres, fue publicada en 1982 por C. Blasco Bosqued. Los motivos fueron clasificados según las proporciones corporales, el grado de estilización y los detalles anatómicos, el tamaño y el dinamismo. La anatomía constituye un parámetro esencial en las sistematizaciones. En este sentido, cabe destacar A. Alonso y A. Grimal (1993): la primera propuesta tipológica referida exclusivamente a representaciones femeninas. Su principal aportación fue la definición de cuatro conceptos (A, B, C y D) según el ángulo que conforman los ejes entre el cuerpo y las extremidades. Años más tarde, C. Olària también reflexionó en torno a las mujeres en el arte postpaleolítico (2000) y distinguió dos tipos de figuras. El prototipo A, representaciones femeninas vistas de perfil, estáticas, con los brazos en paralelo al cuerpo, un modelado anatómico detallado de piernas y pies y con faldas acampanadas. El prototipo B: representadas de frente con los brazos en alto, las piernas y los pies sin modelar y con faldas cortas. Otros criterios para definir la imagen femenina en el arte Levantino son el vestido y el adorno. Así pues, M.F. Galiana (1985), M.Á. Mateo Saura (1993) y A. Alonso y A. Grimal (1993) han incluido en sus tipologías los tipos de falda y adornos documentados en las figuras femeninas: diademas, tocados, cintas y brazaletes para completar la caracterización etnográfica de las mujeres levantinas. En cuanto a la temática donde aparecen figuras femeninas, se percibe una reticencia a identificar la actividad representada: ¿no ha habido intención decidida de asimilar a la mujer ni con una acción específica ni con un útil concreto como sí sucede de forma explícita con el hombre)¿ (ALONSO y GRIMAL, 1993). Desde la historiografía tradicional F. Jordá valoró la presencia femenina en los paneles levantinos como ¿testimonio de sus actividades económicas e incluso permiten atisbar rasgos de su organización social y sus ideas religiosas¿ (JORDÁ, 1974: 210). Su propuesta sobre la temática de las composiciones incluía: escenas domésticas como la madre y el niño de Minateda; escenas agrícolas como la recolectora de Dos Aguas o escenas religiosas como la danza de los Grajos. Sólo dos trabajos han analizado sistemáticamente las actividades en que se representan las mujeres levantinas valorando la contribución del colectivo femenino a la vida social, tanto en la producción de objetos e individuos como en su mantenimiento desde una perspectiva feminista y materialista. Por un lado, T. Escoriza en su tesis doctoral La representación del cuerpo femenino. Mujeres y arte rupestre levantino del arco mediterráneo de la Península Ibérica (2002) clasifica los trabajos de las mujeres en actividades económicas y actividades político-ideológicas. Entre las actividades económicas, documenta mujeres que participan en la caza colectiva en tareas de aproximación y acoso animal, camuflaje o sorpresa intimidatoria; en escenas de siembra-recolección-cosecha del campo y de pastoreo, vigilando o cuidando animales; así como en el transporte de objetos. En lo referente a las actividades político-ideológicas, las define como actividades de relación entre mujeres de tipo ceremonial, con carácter ritual, simbólico o religioso. Por otro lado, C. Olària en su trabajo monográfico Del sexo invisible al sexo visible. Las imágenes femeninas postpaleolíticas del Mediterráneo peninsular (2011), concede a las figuras femeninas dos tipos de roles: socioeconómicos y rituales. Según las funciones en las que se representan, establece tres categorías. - Reproducción: embarazadas, parturientas, amamantadoras y cuidadoras. - Producción: recolectoras, horticultoras, vareadoras, apicultoras, herbolarias, pastoras, ordeñadoras, porteadoras y tejedoras. - Mitos y ritos: amortajadoras, sanadoras, chamanes y curanderas. A fin de cuentas, todas estas sistematizaciones realizadas a partir de criterios anatómicos, etnográficos o según las actividades representadas, demuestran que la imagen femenina en el arte Levantino es susceptible de ser analizada. 2.1.2. Análisis de los sitios con arte Levantino La revisión de los abrigos con arte rupestre Levantino ha supuesto la actualización del inventario de representaciones femeninas. En total, he documentado 188 figuras femeninas distribuidas en 72 abrigos, lo cual ha supuesto un incremento con respecto a los recuentos anteriores. A. Alonso y A. Grimal identificaron 74, T. Escoriza 149 y C. Olària 159. En cuanto a los niveles de representatividad, 1315 son hombres, lo que corresponde al 66% del total de figuras humanas representadas; 396 son individuos indeterminados sexualmente, esto es, un 25%; mientras que las 188 mujeres identificadas suponen un 9% del total. Por tanto, ocupan un porcentaje minoritario pero existen. A partir de los datos recopilados y el corpus gráfico generado, ha sido posible definir la imagen de la mujer en el arte Levantino. El indicador determinante para adscribir el sexo femenino a un motivo son los senos. Se han representado en 30 casos, en el 16% de las figuras. La mayoría de las veces la indicación del pecho se asocia con la presencia de una falda, en 24 ocasiones. De ahí que la falda sea considerada un indicador, aunque indirecto, de la identidad sexual femenina. En lo referente a la indumentaria, las faldas, según su morfología se clasifican en cuatro tipos: - Rectas: de perfiles rectos y ceñida al cuerpo, lo cual le confiere un aspecto tubular. - Acampanadas: desde la cintura que es el punto más estrecho, el trazo se ensancha, dotando los laterales de un perfil curvo que se abre hasta el final de la falda. - Triangulares: también se ensancha progresivamente pero los laterales son de perfil recto. - Globulares: ajustada en la parte superior e inferior y redondeada en su aspecto general, por lo que recuerda a un globo. Asimismo, he documentado otras vestimentas menos habituales. En primer lugar, el vestido, prenda completa que cubre desde el torso hasta las piernas. Puede ser de corte recto o acampanado y con vuelo. En segundo lugar, pantalones. De corte ancho, denominados zaragüelles y ceñidos, largos y ajustados con un ligero ensanchamiento desde la rodilla hasta el tobillo, donde de nuevo se estrechan. En tercer lugar, ponchos o toreras. Así denomino a una capa corta que cubre los hombros y la zona del pecho hasta más o menos la altura del vientre. Respecto a los adornos, su sistematización la he llevado a cabo teniendo en cuenta la zona corporal donde se ubican. Entre los peinados, la media melena suelta es el más habitual; aunque también he identificado cabellos recogidos y cabelleras de gran volumen, exclusivas de la zona del Alto Segura, Murcia y Albacete. En ocasiones, se documentan tocados, la mayoría sencillos, con uno o varios apéndices que sobresalen por encima la cabeza. Los tocados complejos son excepcionales. Su escasa representatividad y su artificiosidad sugieren un uso probablemente ritual o ceremonial. Los brazos suelen adornarse con brazaletes reconocibles por la presencia de un abultamiento en el brazo; tiras o cintas que penden a la altura del codo. Excepcional es la documentación de una pulsera tobillera, reconocible por el abultamiento sobre el tobillo. En última instancia, la identificación de objetos asociados a figuras femeninas resulta interesante ya que contribuye a discernir la temática de la escena. Así por ejemplo, los bolsos o cestos los llevan mujeres en actitud de marcha. Su forma es más o menos ovalada y tienen un asa de sujeción. En segundo lugar, los fardos: una bolsa alargada que se cargan a la espalda o sobre los hombros destinados al transporte de elementos en ocasiones pesados como indicaría la actitud inclinada de las mujeres que los portan. Las figuras femeninas también llevan en sus manos objetos más o menos alargados, de trazo simple, con un ensanchamiento en su extremo, o con un doble trazo o bifurcación. En cualquier caso, su forma y la disposición inclinada de las mujeres, me lleva a considerarlos instrumentos agrícolas. Los objetos de morfología fina y alargada, de longitud considerable y que las figuras femeninas portan en su mano, los identifico con un posibles varas o instrumentos de vareo. Por último, el bumerán, un arma arrojadiza de morfología curva o angulosa que tradicionalmente asociada a la panoplia del cazador levantino pero que también usan las mujeres. 2.1.3. Las actividades de mantenimiento La lejanía en el tiempo de la Prehistoria, la ha convertido en el marco idóneo para fijar estereotipos sobre los roles de hombres y mujeres que falsean la realidad. Un tema controvertido es el de la división sexual del trabajo. En realidad, responde es una estrategia organizativa lógica y necesaria para el buen funcionamiento y supervivencia de un grupo humano porque permite explotar un mayor rango de recursos y obtener más beneficios. El problema reside en la escala de valores aplicada a cada trabajo. Los hombres se asocian a la cultura, el ámbito público y a las actividades principales y esenciales; mientras que las mujeres se relacionan con la naturaleza, lo privado y sus trabajos son considerados secundarios y auxiliares. Este sistema dicotómico basado en oposiciones binarias ha servido para justificar la inferioridad de las mujeres. De ahí la necesidad de reorientar el sujeto de conocimiento y el objeto de estudio para mostrar y valorar la participación activa y la aportación femenina a la dinámica histórica. La Arqueología del Género dispone de las herramientas, sus categorías analíticas, para llevarlo a cabo. Por un lado, el género, para ¿demostrar que las diferencias y disimetrías entre hombres y mujeres son fruto de construcciones históricas y occidentales (dinámicas y mutables) y consecuencia del arraigo del determinismo biológico e histórico producto de la tradición y la estructura patriarcal que ha dominado el discurso histórico y su asimilación en el presente¿ (JULIANO, 2001: 35) Por otro lado, las actividades de mantenimiento definen los campos de actuación adjudicados tradicionalmente a las mujeres. Comprenden los trabajos relacionados con la capacidad reproductiva (gestar, parir, amamantar, cuidar), tareas de asignación social como el cultivo y la preparación del alimento, las referidas al rol de mediadoras y transmisoras de saberes, tecnologías y tradiciones, incluyendo todo lo que tiene que ver con el lenguaje, la comunicación oral, los rituales y las danzas, procesos esenciales para el aprendizaje y socialización de los individuos. En la construcción de la identidad femenina y en el imaginario colectivo, la maternidad ha ocupado un lugar central a lo largo de la historia. La capacidad biológica de dar vida se ha convertido en un mecanismo de discriminación sexual y social aunque sea en verdad el único proceso productivo fundamental para la pervivencia y desarrollo de un grupo humano. Concebir esta capacidad como natural e inherente a toda mujer la exime de su reconocimiento como trabajo y por tanto, de su valor social y económico. Sin embargo, es una producción más que requiere esfuerzo y dedicación por parte de la madre, la adquisición de unos conocimientos y experiencias relacionados con los cambios que acontecen en el cuerpo durante el embarazo y el consiguiente desarrollo de interrelaciones y sentimientos basados en la preocupación y el cuidado (ESCORIZA y SANAHUJA, 2002 y 2005; SÁNCHEZ ROMERO, 2006). Las actividades de mantenimiento están presentes en todas las sociedades y culturas porque son indispensables para cualquier grupo humano. Por eso perviven en el tiempo y en el espacio. En torno a ellas, se articula la cohesión, las interrelaciones y los vínculos sociales. En Arqueología se pueden rastrear los trabajos de las mujeres a partir de los restos óseos, paleobotánicos, los objetos y el arte, en este caso concreto a partir de la información que ofrecen las estaciones rupestres. a. Cocina: procesado y consumo de alimentos La alimentación es una necesidad biológica con una significación social ya que se necesitan sujetos que realicen los trabajos pertinentes desde la recogida hasta la preparación y posterior consumo del alimento. En todo momento se están generando redes interpersonales y de género. Este proceso productivo implica el desarrollo de unos procedimientos básicos como son: conocer las propiedades de los recursos que se utilizan, aplicar tecnologías (cortar, rallar, moler, triturar) y técnicas (cocer, hervir, asar, ahumar) para lo que se debe contar con unas determinadas herramientas, estructuras o elementos subsidiarios como pueden ser el agua o el fuego. En el arte Levantino he identificado la primera fase destinada a la obtención de la materia prima que será procesada y consumida. En primer lugar, escenas de caza con arma arrojadiza, esto es, mujeres con bumeranes, tanto en actitud de reposo como en el momento previo al disparo. En segundo lugar, escenas donde se observan mujeres con animales en actitud de acoso o acecho; y otras asociadas al pastoreo por la proximidad entre animal y mujer y la disposición tranquila de ésta, en actitud de cuidado o vigilancia. Los animales suponen un aporte muy completo al grupo. No sólo cárnico o lácteo, sino también por el aprovechamiento de sus huesos o la piel. En tercer lugar las escenas de temática agrícola, donde las mujeres se inclinan hacia la tierra con instrumentos en sus manos. b. Salud y cuidado del cuerpo El cuidado es una práctica social y por tanto construida, que no define la vida de las mujeres. A veces, la imagen de mujer cuidadora se convierte en identitaria y pasa a ser un mecanismo de control y sometimiento de las mujeres cuyo deber es atender las necesidades de los demás. Sin embargo, las prácticas de cuidado no son naturales e inherentes al colectivo femenino sino que requieren de habilidades, destrezas, experiencias y conocimientos que se adquieren y transmiten mediante el aprendizaje. b.1. Gestación, embarazo y parto Desde la Arqueología Feminista se ha negado la existencia de representaciones femeninas como dadoras de vida en los paneles levantinos arguyendo que ¿el colectivo masculino controla los ciclos de la vida¿. No obstante, sí se documentan imágenes de mujeres embarazadas, reconocibles por su vientre redondeado y abultado. En una lectura distinta a la propuesta por T. Escoriza, que sean minoritarias podría deberse más bien, como apunta E. Alarcón, a la naturalidad y aceptación de esta práctica (ALARCÓN, 2010b). Respecto al momento del parto, proceso complejo y peligroso, las referencias documentales y etnográficas sitúan a la mujer en una posición vertical y asistida por otros individuos. En el repertorio levantino he documentado tres posibles escenas de parto dos en Centelles (Albocàsser) y una en Torcal de las Bojadillas (Nerpio). La Unidad XII representa una secuencia completa de alumbramiento. La mujer se retuerce de dolor durante las contracciones, de ahí su postura encogida. La rotura de aguas se identifica por una mancha de pigmento situada bajo las piernas. Por último, el momento previo al parto. La mujer está sentada, con las piernas abiertas y flexionadas sobre una especia de balancín y se agarra a unas cuerdas. Este tipo de representaciones han sugerido que los abrigos donde se encuentran fuesen santuarios de la fecundidad (BELTRÁN, 1998) o paritorios comunes (OLÀRIA, 2011). b.2. Alimentación y cuidado El aporte materno tras el nacimiento es esencial durante los primeros años de vida. La madre proporciona el alimento mediante la lactancia, evidenciada en la excepcional escena del Racó dels Sorellets (Castell de Castells). La lactancia materna perdura al menos los dos primeros años hasta que el sistema digestivo e inmunológico se forma por completo y por tanto, se reducen las probabilidades de padecer intolerancias a determinados alimentos. Asimismo, la madre profesa los cuidados y atenciones para el mantenimiento físico (alimento, higiene, descanso, protección), el apoyo moral y sentimental y las enseñanzas necesarias para que el individuo infantil se convierta en un miembro activo y partícipe del grupo al que pertenece a través de la educación, el aprendizaje y la socialización. Cuando finaliza el período de destete, las mujeres recuperan la movilidad por el territorio y reanudan sus actividades llevando consigo a sus criaturas mediante el porteo. Esta práctica se documenta en los paneles levantinos. Las mujeres llevan una bolsa o saco sobre los hombros, en la espalda, la cintura, la cadera o a la altura del pecho; donde colocan al bebé mientras realizan un desplazamiento por el territorio. Este elemento de fabricación simple ha mantenido su función a lo largo del tiempo y del espacio. Además, proporciona el contacto necesario entre adulto e individuo infantil para completar su desarrollo emocional (SMUTS, 1997). b.3. Cuidado de enfermos y tratamiento de los difuntos La salud es determinante para el funcionamiento de los grupos. Influye en la esperanza de vida, el potencial reproductivo y la capacidad productiva. Un individuo enfermo, independientemente de su edad, no puede valerse por sí mismo y tiene que ser atendido y cuidado por otra persona. Esta temática sólo la he identificado en la unidad XIII de Centelles (Albocàsser) donde una mujer se inclina hacia un individuo que por la disposición y rigidez de sus miembros, se trataría de una persona moribunda o ya difunta a la que la mujer atiende. Aunque los contextos varían, las prácticas de cuidado son transculturales y transtemporales. c. Socialización, educación y aprendizaje Son procesos imprescindibles para formar sujetos activos que conozcan los componentes del engranaje productivo y seres sociales con una identidad grupal que estructura una manera determinada de ver el mundo. La socialización de los individuos infantiles es una temática recurrente en el arte Levantino. Éstos comparten escena con sus madres. El vínculo lo evidencia la proximidad entre los personajes, el contacto visual e incluso físico ya que aparecen en muchos casos cogidos de la mano. En ocasiones, comparten los mismos rasgos somáticos, vestido y adorno, de tal manera que la única diferencia es el tamaño, como indicador de la diferencia de edad. Un ejemplo paradigmático es el abrigo de Lucio o Gavidia (Bicorp). Las figuras femeninas son mayoritarias, 23, de las cuales 5 son individuos infantiles. Representaciones masculinas sólo se han identificado 3. Es la única estación rupestre donde el protagonismo lo tienen las mujeres y sus hijos e hijas en prácticas de cuidado, educación y socialización. La socialización entre mujeres adultas también es frecuente. Las figuras femeninas se representan en parejas o grupos en acciones que refuerzan sus relaciones interpersonales y la cohesión social. La socialización entre hombres y mujeres también es habitual en la iconografía. Participan juntos en danzas, bailes, rituales y ceremonias que articulan la cohesión y la identidad grupal. Asimismo, el grupo en su totalidad, hombres, mujeres, niños y niñas se representan en escenas de desplazamiento por el territorio. La unidad temática viene dada por la proximidad y la disposición en hilera de los personajes. El movimiento lo indica la perspectiva de perfil y las piernas abiertas. Independientemente del número de individuos que participen, los hombres portan arco y flechas y las mujeres fardos, bolsos o cestas y a sus criaturas, en una clara distribución sexual del trabajo. d. Producción textil La producción textil es un proceso productivo que engloba diversos trabajos: la obtención de la materia prima, su tratamiento y transformación hasta obtener el producto acabado. No tiene un tiempo concreto de realización, sino que puede interrumpirse y reanudarse en cualquier momento. Puede llevarse a cabo sincrónicamente junto con otras actividades y se desarrolla en el marco de la cotidianidad y las relaciones interpersonales. En el abrigo de los Trepadores (Alacón), Solana de las Covachas (Nerpio) y Barranc de Famorca (Castell de Castells) se documentan tres escenas donde las figuras femeninas están sentadas manipulando elementos finos y alargados que identifico con fibras vegetales y por tanto, con una actividad de manufactura textil; que también queda evidenciada en el arte Levantino por testimonios indirectos como son la vestimenta (faldas, faldellines, vestidos, pantalones), la cestería y la cordelería. 2.1.4. Mujeres en actividad indeterminada Al margen de las mujeres que desempeñan actividades que sí he podido determinar, una tercera parte, el 33%, aparecen solas, aisladas del resto de motivos del panel donde se encuentran; siendo su disposición el único aspecto que se puede precisar. Por un lado, las figuras femeninas en actitud estática, sentadas o recostadas, que transmiten una sensación de tranquilidad y sosiego; mientras que otras se representan de pie, en actitud de parada, pero algunas de ellas con los brazos en alto, lo que sugiere un sobresalto, exaltación o sorpresa. Por otro lado, las figuras femeninas dinámicas como indica su torso, inclinado hacia delante o en actitud de caminar. 2.1.5. Mujeres dudosas En ocasiones, el estado de conservación de los motivos, las discrepancias entre los calcos, e incluso la temática genera dudas sobre la adscripción sexual de la figura que interviene en la acción, que carece de elementos claros determinantes del sexo. Es el caso de las escenas de recolección de miel donde tal vez no sea tan importante remarcar la sexualidad de quién protagoniza la escena sino indicar con claridad la actividad o trabajo que se está llevando a cabo. 3. CONCLUSIONES Llegados a este punto debo señalar que esta investigación ha supuesto para mí un reto porque reconozco las limitaciones a la hora de estudiar el arte prehistórico. Sin embargo, no las concibo como obstáculo sino como límites que no debo rebasar. Y los límites están claros. No puedo explicar qué significó el arte para quienes lo pintaron. Al no tratarse de cultura material propiamente dicha, algunos y algunas se aproximaran a mi trabajo con escepticismo. No obstante, mis propuestas y conclusiones siempre se argumentan con la información de los paneles levantinos y la consiguiente identificación de elementos reconocibles desde el presente porque forman parte de la realidad en la que me inserto. De otro modo no sería posible. El esfuerzo ha valido la pena. Queda mucho por hacer pero he cumplido mis principales objetivos. La Arqueología del Género me ha proporcionado las herramientas metodológicas para encontrar a las mujeres en el arte prehistórico del arco mediterráneo de la Península Ibérica, mirando el registro de otra manera y buscando nuevas respuestas. La cronología del arte y sus repercusiones, el análisis de la coexistencia de horizontes artísticos en un mismo espacio, o las relaciones entre arte, poblamiento y cultura material; son cuestiones que han sido tratadas de forma general y que serán abordadas con mayor detalle en futuras investigaciones con el fin de obtener una visión global y completa sobre el asunto. Pero la finalidad es otra y la iconografía levantina, el eje central. Las representaciones femeninas se han convertido en sujeto de conocimiento y en mi objeto de estudio concreto. Un análisis exhaustivo de la documentación escrita y gráfica de cada uno de los abrigos, su observación directa y la adopción de una actitud crítica me han permitido demostrar que las mujeres sí están en las estaciones rupestres. He conseguido deconstruir los prejuicios actualistas y el sesgo androcéntrico que invade las interpretaciones sobre el arte Levantino en general y las representaciones femeninas en particular y generar un conocimiento más completo sobre las sociedades neolíticas a través de la información que aportan los paneles levantinos. Las mujeres levantinas han sido incluidas en el discurso histórico como agentes activos del mismo modo que lo son los hombres. La identificación de las actividades de mantenimiento ha puesto de relevancia su papel. Se ha revalorizado su función, esencial para la supervivencia de una sociedad; sin olvidar que la dinámica social y el devenir histórico sólo son posibles gracias a las interrelaciones entre todos los miembros de un grupo, tanto hombres como mujeres. Solo así, pervive y se desarrolla un grupo humano. El pensamiento androcéntrico dominante es una lacra que hace necesarios todos estos estudios para sacar a la luz la experiencia vital e histórica de las mujeres, que casi nunca se ha tenido en cuenta. Son trabajos que van más allá de un compromiso con el colectivo femenino, se trata de un compromiso con el propio conocimiento histórico para que no sea sesgado, sino lo más completo posible.