Presión corporal y mercado de trabajo: un estudio sociológico sobre trabajadoras con capital estético
- Cristóbal Torres Albero Zuzendaria
Defentsa unibertsitatea: Universidad Autónoma de Madrid
Fecha de defensa: 2017(e)ko maiatza-(a)k 05
- Luis Enrique Alonso Benito Presidentea
- Ignacio Sánchez de la Yncera Idazkaria
- Ramón Ramos Torre Kidea
Mota: Tesia
Laburpena
Esta tesis doctoral reúne un compendio de trabajos publicados que incluyen capítulos de libro, artículos en revistas de impacto, la coordinación de un número de revista y un libro. En este conjunto de trabajos se ha pretendido explorar la vinculación entre enfermedad mental, capital erótico y mercado de trabajo. La argumentación sociológica puede separarse en tres planos. En primer lugar, el trabajo presume de reconstruir, en trabajos obreros o trabajos cualificados, secuencias de trastornos alimentarios en cuya eclosión, activación o desencadenamiento jugaron un papel de primer orden: las condiciones de reclutamiento de la fuerza de trabajo, las exigencias implícitas en el puesto —a veces exigencias explícitas—, las demandas de los objetos con los que se trabaja —por ejemplo, las tallas de ropa o los formatos de exhibición del periodista—, en fin, las dinámicas de promoción que, con reclamos reconocidos o no, las trabajadoras acaban conociendo. Pero también se detectan excepciones en dos ámbitos. Un primer ámbito: las detecta en el seno de los mismos empleos. ¿Dónde? En pautas alternativas de definición del oficio de camarera, en las luchas por imponer qué es una buena vendedora; es decir, lo hace en el corazón de los empleos donde existe más presión corporal y donde la fuerza de trabajo tiene más que ganar con la inversión estética. Y eso es capaz de hacerlo porque sigue un precepto de la investigación racionalista en ciencias sociales. ¿Cuál es ese precepto? Busca el objeto que objeta, busca lo que disiente de la tendencia, persigue las magnitudes no mayoritarias e intenta comprender cómo son posibles. Esto es: busca camareras que rechacen el trabajo corporal y reivindiquen el oficio de barman, mujeres muy gordas que triunfan en tiendas de moda normalmente gordófobas. La delimitación de un acontecimiento empírico debe ser integrado en lo que nuestros clásicos llamaban relaciones de imputación causal, dinámicas en las cuales nuestros eventos queden vinculados a otros eventos antecedentes. En ese punto, este conjunto de trabajos se ha guiado por una recomendación. Viene de una tradición de crítica de las ideologías y de las relaciones de dominación simbólicas. Debe desconfiarse de las jerarquías simbólicas e debe intentarse prestar atención preferente y cuidadosa a aquello que más se tiende a menospreciar. La inversión corporal, la capacidad para descodificar objetos, para integrarlos en una manera de ser y de estar, el esfuerzo por aprender sobre cosmética, ropa, complementos, vínculos entre peinado y profesión: ¿no es un esfuerzo cultural como cualquier otro? ¿No requiere entrenamiento, atención y elaboración intelectual? ¿Por qué se identifica con la superficialidad? ¿No será que como todas las virtudes de los dominados son ambiguas y el elogio se despeña —casi en la frase siguiente— en reproche? Por tanto, segunda aportación de estos trabajos: el capital erótico puede ser incluido como una especie de capital cultural. Capital cultural dominado, que conoce procesos tremendamente escasos de institucionalización. Y eso que lo hace diferente respecto de otros —por ejemplo, del capital cultural consagrado académicamente— conduce al tercer plano. ¿Existen otras maneras de vincular el capital erótico con otros eventos antecedentes? Por supuesto: siempre y cuando se demuestre que animan programas de investigación más ricos o consideraciones conceptuales más precisas. Este dossier integra las secuencias empíricas y los vínculos causales, dentro de una teoría del capital corporal, de los procesos inestables de capitalización del cuerpo: es la parte más arriesgada teóricamente, fruto de una integración razonada de investigación fundamentalmente histórica. Los procesos de capitalización solo tienen sentido cuando existen mercados de precios relativamente estables, es decir, pautas sociales con cierta extensión y permanencia, que recompensan prototipos corporales. Y para que existan prototipos corporales que se estabilicen tienen que ensamblarse tres acontecimientos, cuya historia se intenta reconstruir y cuya crisis se dilucida en los dilemas con los que se enfrentan las personas. En primer lugar, el cuerpo debe estar pedagógicamente disponible, debe creerse que puede transformarse el cuerpo según nuestra voluntad y que tal operación es positiva y saludable. En segundo lugar, han de instalarse prototipos de belleza comunes y para ello deben eliminarse todos los contextos en los cuales, con más o menos ambigüedad, con más o menos resentimiento o ambivalencia, se viven otros modelos de belleza alternativos. En tercer lugar, debe atribuirse a la belleza (o a su fetiche, la delgadez) un valor moral. Solo con esos tres planos anudados puede hablarse de un capital corporal, donde la delgadez es sinónimo de salud, de belleza y de cuidado moral de uno mismo. Los modelos dominantes de delgadez presionan los contextos médicos y los impulsa a olvidar las dietas fallidas, las correlaciones entre sobrepeso y salud, las dificultades para someter el cuerpo al imperio de un plan racional. También presiona los modelos de belleza alternativos que no solo se encuentran en contextos sociales específicos, sino también en la experiencia de mucha gente que aprende que una cosa es el cuerpo que exhibir y otra el cuerpo que amar y que gozar. La delgadez presiona también las pautas morales e ignora que la belleza física no significa nada o puede significar (o no), como en la antigua Grecia, incuria política, desatención intelectual, tiempo perdido que merecía mejor empleo. En fin, los procesos de capitalización del cuerpo, como cualquier proceso de capitalización, son objeto de luchas. En ese sentido, se habla también sobre políticas del cuerpo: en el campo de la salud, en los modelos de desunificación de los patrones de belleza, en fin, en el cuestionamiento de cómo se liga delgadez con moralidad. En cada uno de tales campos se señalan asunciones arbitrarias y se abre un espacio a su contestación política.